El sábado pasado, las chicas salimos de fiesta por Madrid.
Empezamos tomando unos pinchos demasiado glamurosos para mi gusto (y poco prácticos para comer) y luego nos pasamos por la fiesta de una conocida blogger de moda.
Era un local del centro en el que sorteaban dos pares de Louboutin’s, varios vestidos de diseñadores noveles y otras cosas. Nosotras íbamos directas a por los zapatos… Y creemos que las 300 chicas que allí se concentraban también. Pero al final no nos tocó nada, sino que todo se lo llevaron un montón de chicas estilosas y guapísimas. No es que nosotros no lo fuéramos (porque hasta Vero iba de boda, casi), pero ellas tenían mejores números con suerte para el sorteo.
A la 1 de la madrugada, cuando ya quisimos dejar de soñar en calzarnos unos Louboutins y empezamos a soñar con ganar un sueldo para comparnos cada día un par de Louboutins si nos apetecía, salimos a bailar.
Lo intentamos en un par de discotecas, pero el ambiente era tan decadente y los hombres tan babosos, que terminamos cogiendo el coche y huyendo al mítico “Moby Dick” de Madrid.
Como en la calle hacía un frío que podías ir saludando a todo el mundo que pasaba sin separar los brazos del cuerpo, tardé un poco en empezar a bailar, pero todo fue ponerme y que las aventuras empezaran a transcurrir.
Estábamos bailando tan tranquilamente, cuando me tocaron el hombro y me dijeron: “Oye, ¿conoces a Mario?”
En ese momento me giré y flipé.
Justo delante tenía a unos niños de unos 17 años con la camisa abierta y no tuve más remedio que decirles:
– “No, no conozco a Mario, pero yo también veo “cómo conocí a vuestra madre” y esta técnica no funciona”.
Se empezaron a descojonar pensando que les había pillado y soltaron: “Me gusta, eres muy friki“.
¿Perdón? ¿Desde cuando ver una serie es de frikis?
Claro que pobres, estaban fumando y les debí joder el primer cigarrillo… Seguramente nadie les había pedido el DNI en la puerta.
Luego se inventaron alguna mala excusa sobre las fuerzas armadas y perdí el interés.
Cuando llevaba ya cinco minutos bailando a Arctic Monkeys, apareció un chico de metro cincuenta llamado Albert que me contó su vida en 140 caracteres y luego me pidió el teléfono.
¿Perdón?
Si, si, el número de teléfono!!
¿Es normal que la gente vaya dando su teléfono a desconocidos?
Cuando le dije que no, ya se explicó y dijo que él no era ni un asesino ni un violador. ¡Aaahh! Menos mal que lo dijo… ejem… Pero evidentemente ni ganas de ir dando mi teléfono como si fuera esto la guía blanca de teléfonos de la ciudad.
Surreal.
Otro día, en otra sala céntrica de Madrid llena de bambinos (niños italianos), se me presentaron un grupo de 4 bomberos, también pidiéndome el teléfono. ¿Tendré que comprarme un teléfono móvil BIC de usar y tirar para estas ocasiones? ¿No inventaron Facebook para estas cosas?
Hacía mucho tiempo que no salía de fiesta estando soltera con chicas solamente, por lo que me extrañó el cambio que ha pegado el mercado de la carne de noche.
¿Eso es normal?